La minería en Colombia y el falso dilema sobre el crecimiento
(Versión en Español)
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resumen
Tiene algo que decir la segunda ley de la termodinámica sobre la existencia del crecimiento económico sin límites?. La minería en Colombia fue propuesta como una de las principales herramientas para mejorar el crecimiento económico del país con el fin de satisfacer las múltiples necesidades de la población. Esta propuesta puede ser analizada teniendo en cuenta, no sólo el daño medioambiental causado por esta actividad, sino también considerando la viabilidad termodinámica del crecimiento económico sostenido en el tiempo.
Desde hace algunos años, en Colombia, ha habido un crecimiento sin precedentes de la actividad minera. Hay diferentes factores que intervienen en este crecimiento, pero dos de los más notables los constituyen el crecimiento de la demanda de minerales a nivel mundial, que empuja los precios de estas materias primas al alza, y las mejores condiciones de seguridad en Colombia, una gran preocupación para las personas en el país, no sólo por razones obvias, sino también por el papel que este factor juega en relación con la atracción de la inversión extranjera.
Sólo por citar algunos ejemplos, las exportaciones de carbón de Colombia son de una magnitud tal que la sitúan décima en el mundo en dicho renglón productivo, que, además, representa el 88% de su actividad minera total; el país exporta, también, níquel y oro a los mercados internacionales, contribuyendo con el 4,53% de la producción mundial del primero, y el 1,2% de la producción mundial del metal precioso.
En 2009 el entonces ministro de Minas y Energía de Colombia dijo que "nuestras exportaciones mineras alcanzaron los 8 mil millones de dólares, lo que representa el 25% de las exportaciones colombianas totales, y al mismo tiempo, la inversión extranjera directa ha aumentado de 470 millones de dólares en 2002 hasta 3,2 mil millones ". Este enorme flujo de dinero representa una mejora de casi el 1,5% en la participación de la minería en el Producto Interno Bruto (PIB) del país durante la última década.
De ahí que el gobierno de la cuarta economía de la región se haya referido a la minería como una “locomotora” económica fundamental, ya que desde su campaña para las elecciones de 2010, el actual Gobierno esgrimió una tesis basada en la utilización de cinco locomotoras del crecimiento económico, que se supone impulsarán éste en Colombia; la innovación, la construcción de viviendas, la construcción de nueva infraestructura, la minería y la agricultura. El fortalecimiento de estas locomotoras permitiría a Colombia alcanzar un lugar en el privilegiado grupo de economías con crecimientos económicos por encima del 5% anual.
Al parecer, un dilema irresoluble
Colombia es un país con muchas necesidades insatisfechas, por ejemplo, asegurar el suministro de agua potable en la totalidad del territorio nacional, dotar de una adecuada infraestructura de carreteras y medios de transporte a todas sus regiones, con el fin de cumplir las exigencias de los nuevos tratados de libre comercio, garantizar a su población el acceso adecuado a los servicios de salud pública, reducir el desempleo, entre muchas otras.
Todas las promesas relacionadas con la manera en que se va a lograr el mejoramiento de las condiciones de vida, especialmente las que tienen que ver con las locomotoras del desarrollo, suenan muy alentadoras, no sólo para el gobierno sino también para los académicos, economistas, analistas, y por supuesto la población. Sin embargo, hay un sentimiento escéptico muy fuerte en el aire relacionado con los efectos negativos que dichas actividades mineras pudieran provocar.
La explotación de los minerales requiere de una intervención muy profunda, e incluso agresiva, en los entornos naturales en los que éstos se almacenan, en las capas más profundas del subsuelo. Se requiere excavar y retirar capas vegetales y minerales, incluyendo la biodiversidad que allí se hospeda, que están actualmente en la superficie. La existencia de actividades mineras en estos lugares podría significar la extinción de un número incalculable de especies y hábitats naturales, sin mencionar la desaparición de las principales fuentes de agua para el consumo humano, así como el deterioro y la contaminación potencialmente irreversibles del aire, las aguas superficiales y subterráneas, el suelo y el subsuelo.
Esta situación parece un dilema casi imposible de resolver, o al menos uno muy difícil, porque, en teoría, los ingresos generados por los negocios, bienes económicos y servicios relacionados con la industria minera, que son de un tamaño considerable, podrían significar un muy "poderoso combustible" para la economía, pero, por otro lado, no es concebible pensar en destruir y perder este patrimonio natural maravilloso y único, del que somos tan solo propietarios temporales.
La termodinámica tiene algo que decir al respecto
Una pregunta que hay que hacer es si ¿Es realmente factible alcanzar un crecimiento económico sostenido en el tiempo de manera indefinida?, ya que éste es un proceso, como cualquier otro en el universo, que está limitado por las restricciones establecidas en la segunda ley de la termodinámica. De acuerdo con esta última, no es posible obtener un mayor trabajo útil para la sociedad que el que nos esta permitido obtener de nuestros combustibles y demás fuentes actuales de energía, el resto de ella, que ya no puede ser transformada en trabajo útil, no podrá ser utilizada para transformaciones posteriores.
En palabras de Nicholas Georgescu-Roegen, economista que escribió sobre este tema en 1971, en su trabajo “La Ley de la Entropía y el Proceso Económico”, esto significa que la energía útil y los materiales cuyas entropías son bajas, serán disipados en las transformaciones que se producen en los procesos económicos, y regresarán al medio ambiente como desechos de alta entropía. La cantidad de energía es la misma al final del proceso, pero la disponibilidad de la energía que es útil será menor.
En consecuencia, no será posible aumentar el crecimiento económico indefinidamente. El Producto Interno Bruto (PIB) no pueden aumentar eternamente. Estamos condenados a ir sólo hasta donde la segunda ley de la termodinámica, y la escasez de recursos, nos lo permiten.
Pero con el fin de efectuar las inversiones sociales y de infraestructuras requeridas para satisfacer las necesidades básicas de toda la población, que cada vez mayor, es necesario contar siempre con un PIB creciente. En otras palabras, la consecución de una mejora prolongada de las condiciones de vida en nuestras sociedades, solamente es posible en un horizonte de tiempo limitado.
El razonamiento anterior puede estar acompañado, también, por la previsión de un deterioro del medio ambiente y de su calidad, como consecuencia de un crecimiento económico sostenido indefinidamente. El daño potencial para el medio ambiente, en caso de una explotación arbitraria e indiscriminada de los recursos, va a verse maximizado. Incluso en el mejor de los casos, con una supervisión muy responsable y efectuando un estricto control de los daños derivados de las actividades de extracción de recursos e industrial, la situación de deterioro del medio ambiente es inevitable. Dicho deterioro puede tener lugar, en el último caso, más lentamente, pero desafortunadamente, si el crecimiento económico aumenta sistemáticamente y de manera sostenida, la situación de deterioro, en mayor o menor medida, es segura.
Hay satisfacer las necesidades del presente
El cumplimiento de la segunda ley de la termodinámica está fuera de discusión. Pero podemos tratar de revisar nuestros principales objetivos como sociedad, esos que apuntan al crecimiento económico y la exigencia de un aumento sostenido en el PIB. A continuación, es necesario hacer una pregunta, ¿Esta nuestra sociedad dispuesta a cambiar de rumbo y dejar de crecer?, y además, ¿Está dispuesta y en capacidad de satisfacer las necesidades mínimas de todos sus miembros?.
No es práctico ni realista pensar que la humanidad va a volver a las cavernas. Incluso en caso de que nos lo propusiéramos, no es posible volver al estado inicial del sistema, entendido éste como todo el planeta tierra, a exactamente las mismas condiciones iniciales, o en otras palabras, volver a la situación de daño ambiental cero. Por cierto, esta es otra forma de la segunda ley de la termodinámica.
El crecimiento económico cero es otra idea que algunos economistas y científicos están apoyando desde algun hace tiempo. Esta idea establece que puesto que no hay posibilidad de invertir el curso del sistema, entonces es necesario mantener un tamaño constante de la economía, con el fin de no afectar y comprometer la disponibilidad de energía y recursos para nuestra sociedad, y de esa manera, no afectar de manera profunda la calidad del medio ambiente.
El éxito de esta última tesis depende de una relación muy compleja entre múltiples aspectos, como por ejemplo, el crecimiento de la población, el sistema capitalista mismo, la percepción intrínseca que la humanidad tiene sobre el medio ambiente, entre otros aspectos; ello constituye el obstáculo más importante para el logro de dicho estado nulo de crecimiento económico. Parece un estado muy deseable, pero aún cuando no viola las leyes de la física es, por decir lo menos, un estado ideal cuyo logro, al menos hasta ahora ,se encuentra sujeto a restricciones muy fuertes de carácter práctico.
De manera que, tratando de ser más pragmáticos, no podemos eludir el cumplimiento de la segunda ley de la termodinámica, pero es iluso pensar hacer realidad la utópica forma de vida del buen salvaje, y un esquema de crecimiento económico nulo de la sociedad es una idea muy bien intencionada pero carente de sentido práctico; por lo tanto, y teniendo presente el contexto del sistema capitalista, es necesario mantener el crecimiento económico con el fin de garantizar el mejoramiento de la casi totalidad de las necesidades más apremiantes de la población.
Por supuesto, este crecimiento económico no puede tener lugar sin restricciones a los daños causados en el medio ambiente, y éstos últimos pueden minimizarse. Incluso, el aumento de presupuesto del gobierno puede favorecer el mejoramiento de la capacidad de control de las autoridades ambientales y de salud pública, ya que el Estado tiene más recursos económicos para dedicar a estas funciones. Así, contrariamente a la idea general que tiende a enfrentar el crecimiento económico en contra de la calidad del medio ambiente, se deduce que aquel puede ser beneficioso para la protección del medio ambiente, al menos en el corto plazo.
No hay dilema, debe haber crecimiento económico con el fin de mejorar las condiciones de vida, pero, por supuesto, éste no puede lograrse a cualquier precio. El caso colombiano es paradigmático, existe una impresionante cantidad de empresas y grandes presupuestos interesados en hacer dinero sobre la base de la extracción de petróleo, carbón, gas natural, níquel y otros minerales; hay un estado profundamente convencido de que la “locomotora minera " es un elemento clave en el fortalecimiento de la economía colombiana; se cuenta con una oposición muy fuerte de la opinión pública, especialmente preocupada por la conservación de valiosos hábitats y recursos naturales como el agua potable, que pueden ser profundamente deteriorados por una actividad minera indiscriminada, ahora con la aparición de nuevos proyectos mineros; se cuenta con una habilidad muy cuestionable de las autoridades ambientales para controlar y hacer el seguimiento necesario y, finalmente, hay una enorme cantidad de problemas por resolver. En realidad, todos estos factores constituyen una oportunidad para hacer algo mejor que simplemente oponerse a cualquier proyecto, y desarrollar las herramientas adecuadas y los mecanismos eficaces para el ejercicio de la autoridad en materia de protección del ambiente.
La Industria, el verdadero motor de la economía
No obstante, tradicionalmente la actividad minera no es una que se caracterice por sus grandes contribuciones al desarrollo de las comunidades directamente afectadas. Además, el dinero y las inversiones de las regalías derivadas de diferentes fuentes, en Colombia se caracterizan por la corrupción en su uso. Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP) de Colombia, de los 746 municipios que reciben regalías, ninguno tiene la cobertura mínima del suministro de agua y alcantarillado, e incluso, poblaciones que reciben más de USD 4.000 per cápita por concepto de regalías, tienen altos niveles de pobreza en su territorio.
Además, es factible pensar que la industria de la minería no es una actividad indispensable. El verdadero impulso a la economía tiene que venir del fortalecimiento del sector productivo industrial, que genera productos nuevos, innovadores y valiosos para la sociedad. Esto tiene mucho sentido si se piensa que Colombia ha optado por estar inmerso en los diferentes acuerdos de libre comercio de la región y el mundo, que obligan al país a hacer las cosas mejor, promueven la auto-superación y la competitividad. Ésta debe ser la locomotora más importante, que convierta al país en una sociedad inquieta y productiva, a diferencia de aquellas que centran su desarrollo en actividades como la minería.
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